Daba vueltas en mi
cama sin parar. Si me ponía de lado, las lágrimas me mojaban la almohada y, si me
ponía mirando al techo, mis ojos se inundarían en lágrimas. Opté por mojar la
almohada y hundí mi cara en ella dejando soltar un alarido y haciendo que mis
labios temblaran. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? La vida me ha dado mi ángel,
pero se confundió de lugar. Al final miro el techo y mis ojos brillantes piden
a las estrellas que no sean injustas conmigo.
Si cerraba los ojos lo vería a
él; si dormía soñaría con él, y si me quedaba despierta, no conseguiría dejar
de pensar en él. Mi corazón es pequeño, pero es increíble cómo una persona que
está tan lejos de mí, que nunca he sentido a mi lado, haya logrado hacer que no
quepa en mi pecho. Lo amaba de verdad y estaba tan segura de que era el amor
de mi vida y mi alma gemela como que la tierra era redonda.
Sentirlo una vez.
Sólo necesitaba tocarlo y saber que era real, que no era un sueño que
desaparecería en el mejor momento. Necesitaba enlazar mis dedos con los suyos.
Oler su olor, sentir su respiración en mi garganta, sus manos en mi cuello, sus
labios en los míos, mi pecho contra el suyo, sus brazos protectores rodeándome,
sus ojos buscando los míos y su hilo de voz en mis oídos. Lo necesitaba más que
el oxígeno en mi cuerpo.
Sus
"te amo" me llenaban, pero no lo suficiente para el resto del el día. Sé que
algún día estará conmigo, que despertaré con mi cabeza hundida en su pecho como
ahora la hundía en la almohada. Pero sólo necesitaba que supiera esperarme...
Yo
estaba dispuesta a esperarlo toda mi vida, pero... ¿me esperaría él toda la suya?
Sandra Pérez Navarro
¡Precioso, Sandra! Sigue de este modo. Estamos disfrutando una barbaridad...
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