Sonaron las ocho de la
mañana y las clases estaban a punto de comenzar. Era un día nublado, el cielo
estaba gris y caían gotas de agua salteadas que iban dejando marcas en el
asfalto. Mis pies corrían sobre los charcos de la tormenta de anoche y mis
pantalones se mojaban cada vez más. La humedad despeinó mi pelo y me pasé las
manos por encima, tratando de dejarlo como antes para no entrar a clase hecha un
desperfecto.
Me senté en mi
pupitre y cinco segundos después entró mi mejor amigo. Estaba serio. Sus
ojos parecían rotos y, decepcionado, pasó por mi lado. Lo saludé con un buenos
días, pero únicamente contestó con un hola y se sentó solo en un pupitre de detrás.
Me di la vuelta y
lo miré a los ojos, que estaban rojos y llenos de ojeras por no haber dormido.
-Estuviste
llorando...- le dije casi en un murmullo.
Me miró sin contestar
a los ojos y con eso me hizo saber que estaba en lo cierto. Me volví hacia
adelante y puse mi mano en mi frente, intentando recordar nuestra conversación
de anoche.
A la salida se fue
sin decir nada durante todo el día y me decidí por hablarle yo.
-Lo siento...- le
dije.
-Da igual...- me
contestó mientras negaba con la cabeza, agachándola.
-No, no da igual. No mereces el daño que te estoy haciendo.
Entre nosotros hubo un silencio y
levantó la cabeza para mirarme.
-Ya lo has hecho. Ya no hay vuelta atrás.- dijo él, dándose la vuelta para irse.
-Lo siento... Yo no
quería hacerte daño. Es lo primero que nunca se me pasaría por la cabeza...- le
dije con la garganta cerrada, a punto de soltar un grito que mantuve y salió en
forma de lágrima.
-No me creo lo que
me dices, porque ya lo has hecho y es tarde para cambiarlo todo.
-Por favor...- dije
entre sollozos y sin dejar de llorar.
-Me hiciste creer
que me querías. Tú, que siempre fuiste mi mejor amiga y la única chica de la que
he estado tan enamorado... Y me has mentido, esto es algo con lo que no se debe
jugar.- dijo, dejando caer una lagrima también, pero con la cabeza siempre firme.
-Y yo te quiero...
-Mentira...- quiso
mantener su orgullo.
-No te estoy
mintiendo...- cerré los ojos e incliné la cabeza hacía atrás para poder coger
aire.
-No podemos estar
juntos... Te amo más que a mi propia vida, pero no puedo luchar contra el
destino. Te estoy hablando muy en serio...
Miré sus puños, que se cerraron
fuertemente y sus brazos se tensaron, como si quisiera desaparecer con la
mente.
-Si me quisieras de
verdad, todo lo demás te daría igual...- dijo agarrándose el puño de la camiseta y secándose las lágrimas.
-Te quiero, te
quiero, te quiero de verdad, con todo mi corazón... Te quiero... ¿Necesitas que
te lo demuestre?
Se quedó callado, sin saber que decir.
-Yo también te
quiero,... Tanto que me duele...- dijo finalmente.
Lo abracé y apoyé
mi frente contra la suya.
-Quédate conmigo,
por favor...- me pidió en un susurro.
-Vale,
me quedaré contigo. Te lo prometo.
Sonrió por primera vez en todo el día y yo
sonreí al verlo feliz.
Sandra Pérez Navarro