martes, 25 de noviembre de 2014

SEVILLA SE ENAMORÓ


Sevilla se enamoró de Cádiz,
 de la Caleta,
 del Falla.
 Sevilla se enamoró de su habla,
 de su cariño,
 y de sus plácidas palabras.

Sevilla habló con Jerez,
 y de Él quedó prendado.
 Era un amor fiel y deseado.
 Sevilla no se podía olvidar de Jerez,
 ni de su famosa catedral.
 Sevilla se perdió en el Alcázar,
 y jugó al escondite de visitar todos sus monumentos.
 No podía olvidar...

Su amor por Jerez
 le había hecho olvidar todo lo visto en Cádiz.
 Quizás el caballo en su feria sería apropiado,
 pero Ella sólo quería
 volver a estar a su lado.
 Decidió visitar a Triana,
 su hermana,
 Quien la llevo a su puente.
 -¡Barquero!- le decía -
déjame su barquita para navegar el
  Guadalquivir....
 -Pero chiquilla, ¿dónde quieres ir?
 -Necesito ir a ver a Jerez, 
Él es mi amado, ¡Guadalquivir!,   
  ¡Guadalquivir! Déjame ir, 
llama a tu amigo Guadalete,
  y que hasta allí me acerque.
 -Eso no es posible-le decía el barquero,-
hasta allí no es navegable.
 -Lo siento señor barquero,
  pero nada me quita el miedo.
  Que sea la última vez, 
pero llévame.
 -Esta bien, pero que sea la última vez.

Sevilla llegó a Jerez.
 Su amado
 tampoco le había olvidado.
 El tiempo había pasado
 y Ella tenía que volver.
 Él no quería que lo hiciera.
 -¡Quedate aquí conmigo 
la vida entera!-le decía.
 Me tengo que ir, Jerez,
 pero con mucho gusto me quedaría.

Ella volvió,
 y Él quedó allí apenado,
 sabiendo que había muchas millas
 por las que eran separados.
 No se volvieron a ver.

 Ellos siguen enamorados.
 Se comunican a través del sol 
escondido tras las nubes.
 Es un amor prohibido y escondido,
pero cada día 
siguen extrañando 
todo lo vivido.

Iris Ruiz Valero

viernes, 31 de octubre de 2014

GRIETAS Y ENREDADERAS


Y cada grieta de ese árbol
es una historia en un corazón,
tan profunda que ni el tiempo las elimina,
porque hay historias que se olvidan
y otras son para siempre.

Quiero que formes parte de esa grieta 
que nunca se olvida.
Quiero que seas para siempre.
¿Ves esa enredadera?
No se separa de ese árbol;
no sé cuántos años llevará ahí,
pero nunca están solos.
Pues así de pegada 
me gustaría estar a ti.

No me hace falta nada.
Sólo me haces falta tú,
porque, como ya digo,
me gustaría que fueras ese árbol
y yo esa enredadera
para pasar contigo 
mi vida entera.

Iris Ruiz Valero

miércoles, 29 de octubre de 2014

CARTA DE UN CORAZÓN



Si lees esto, quiero decirte que te quiero. Que gracias por todas esas largas conversaciones que acababan con el sueño de uno de los dos y comenzaban con un "¡Buenos días!" Que estoy deseando de verte y de poder abrazarte. Y que me da igual lo que impida que estés a mi lado, porque, aunque no lo estés, estás mas cerca de lo que crees: estás en mi corazón. 

Quiero decirte que entraste en mi vida por casualidad y ahora eres la casualidad más bonita que me ha podido pasar. No sé cuánto durará esto de quererte a ocultas, de sonreír cuando pienso en ti o de llorar por miedo a perderte. Sólo sé que me has enamorado y que tardarás mucho en salir de mi mente,... pero más de mi corazón. 

Quiero a gritarle al mundo que eres una persona perfecta y que te quiero, aunque, según tú, tengas defectos. Defectos que me encantan, ya que una vez que te he conocido a ti no quiero conocer a nadie más. Porque para mí eres todo lo que necesito.


Y ese chico eres tú.. Escaparme contigo y perdernos en medio de la nada... 

No sé cómo decírtelo pero... ¡TE QUIERO!

Iris Ruiz Valero

lunes, 27 de octubre de 2014

MI ÁNGEL LEJANO



Daba vueltas en mi cama sin parar. Si me ponía de lado, las lágrimas me mojaban la almohada y, si me ponía mirando al techo, mis ojos se inundarían en lágrimas. Opté por mojar la almohada y hundí mi cara en ella dejando soltar un alarido y haciendo que mis labios temblaran. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? La vida me ha dado mi ángel, pero se confundió de lugar. Al final miro el techo y mis ojos brillantes piden a las estrellas que no sean injustas conmigo.
 
 
Si cerraba los ojos lo vería a él; si dormía soñaría con él, y si me quedaba despierta, no conseguiría dejar de pensar en él. Mi corazón es pequeño, pero es increíble cómo una persona que está tan lejos de mí, que nunca he sentido a mi lado, haya logrado hacer que no quepa en mi pecho. Lo amaba de verdad y estaba tan segura de que era el amor de mi vida y mi alma gemela como que la tierra era redonda.
 
Sentirlo una vez. Sólo necesitaba tocarlo y saber que era real, que no era un sueño que desaparecería en el mejor momento. Necesitaba enlazar mis dedos con los suyos. Oler su olor, sentir su respiración en mi garganta, sus manos en mi cuello, sus labios en los míos, mi pecho contra el suyo, sus brazos protectores rodeándome, sus ojos buscando los míos y su hilo de voz en mis oídos. Lo necesitaba más que el oxígeno en mi cuerpo.
 
Sus "te amo" me llenaban, pero no lo suficiente para el resto del el día. Sé que algún día estará conmigo, que despertaré con mi cabeza hundida en su pecho como ahora la hundía en la almohada. Pero sólo necesitaba que supiera esperarme...
Yo estaba dispuesta a esperarlo toda mi vida, pero... ¿me esperaría él toda la suya?
Sandra Pérez Navarro

viernes, 24 de octubre de 2014

QUÉDATE CONMIGO



Sonaron las ocho de la mañana y las clases estaban a punto de comenzar. Era un día nublado, el cielo estaba gris y caían gotas de agua salteadas que iban dejando marcas en el asfalto. Mis pies corrían sobre los charcos de la tormenta de anoche y mis pantalones se mojaban cada vez más. La humedad despeinó mi pelo y me pasé las manos por encima, tratando de dejarlo como antes para no entrar a clase hecha un desperfecto.
Me senté en mi pupitre y cinco segundos después entró mi mejor amigo. Estaba serio. Sus ojos parecían rotos y, decepcionado, pasó por mi lado. Lo saludé con un buenos días, pero únicamente contestó con un hola y se sentó solo en un pupitre de detrás.
Me di la vuelta y lo miré a los ojos, que estaban rojos y llenos de ojeras por no haber dormido.
-Estuviste llorando...- le dije casi en un murmullo.
Me miró sin contestar a los ojos y con eso me hizo saber que estaba en lo cierto. Me volví hacia adelante y puse mi mano en mi frente, intentando recordar nuestra conversación de anoche.
A la salida se fue sin decir nada durante todo el día y me decidí por hablarle yo.
-Lo siento...- le dije.
-Da igual...- me contestó mientras negaba con la cabeza, agachándola.
-No, no da igual. No mereces el daño que te estoy haciendo.
 
Entre nosotros hubo un silencio y levantó la cabeza para mirarme.
-Ya lo has hecho. Ya no hay vuelta atrás.- dijo él, dándose la vuelta para irse.
-Lo siento... Yo no quería hacerte daño. Es lo primero que nunca se me pasaría por la cabeza...- le dije con la garganta cerrada, a punto de soltar un grito que mantuve y salió en forma de lágrima.
-No me creo lo que me dices, porque ya lo has hecho y es tarde para cambiarlo todo.
-Por favor...- dije entre sollozos y sin dejar de llorar.
-Me hiciste creer que me querías. Tú, que siempre fuiste mi mejor amiga y la única chica de la que he estado tan enamorado... Y me has mentido, esto es algo con lo que no se debe jugar.- dijo, dejando caer una lagrima también, pero con la cabeza siempre firme.
-Y yo te quiero...
-Mentira...- quiso mantener su orgullo.
-No te estoy mintiendo...- cerré los ojos e incliné la cabeza hacía atrás para poder coger aire.
-No podemos estar juntos... Te amo más que a mi propia vida, pero no puedo luchar contra el destino. Te estoy hablando muy en serio...
 
Miré sus puños, que se cerraron fuertemente y sus brazos se tensaron, como si quisiera desaparecer con la mente.
-Si me quisieras de verdad, todo lo demás te daría igual...- dijo agarrándose el puño de la camiseta y secándose las lágrimas.
-Te quiero, te quiero, te quiero de verdad, con todo mi corazón... Te quiero... ¿Necesitas que te lo demuestre?
 
Se quedó callado, sin saber que decir.
-Yo también te quiero,... Tanto que me duele...- dijo finalmente.
Lo abracé y apoyé mi frente contra la suya.
-Quédate conmigo, por favor...- me pidió en un susurro.
-Vale, me quedaré contigo. Te lo prometo.
 
Sonrió por primera vez en todo el día y yo sonreí al verlo feliz.

Sandra Pérez Navarro

miércoles, 22 de octubre de 2014

TE ESPERARÉ


Paseo por la orilla y el agua calmada me acaricia los pies.
 
El viento que viene del horizonte me movía el pelo como una bandera haciendo que pareciera que volaba. La playa estaba desierta y sólo se oían las olas al romper. Una voz me llamó. Sabía perfectamente quien era. Esa voz que cada vez que la oía hacía que mi corazón se acelerase. Me giré y él me abrazo fuertemente sin que me lo esperara. Sentía mariposas en mi estómago y noté cómo mis mejillas se sonrojaban. Cerré los ojos y le devolví el abrazo.
-No quiero perderte...- me dijo con voz suave.
-Nunca me perderás...- le contesté y, aunque no lo vi, noté que había sonreído.
Se separó y me miró a los ojos, haciendo que sus ojos marrones parecieran que quisieran decirme algo.
-¿Quién te lo ha dicho?- le pregunté.
-Lo supuse cuando me dijiste que me extrañarías.
-Escucha...- me detuvo con un beso antes de que pudiera decir nada.
Me aferré a su pecho y lo atraje más a mí, sin separar mis labios de los suyos. Él me levantaba la cabeza con su dedo pulgar delante de mis orejas y el resto despeinándome y haciendo que me quedara de puntillas para llegar a él. El tiempo se detuvo y sólo deseaba quedarme así para siempre...
-No te vayas...- me dijo apoyando su frente contra la mía.
-Volveré, te lo prometo. Ahora prométeme tú que me esperaras...
-Toda mi vida si hace falta.- contestó con seguridad.
Volvió a besarme suavemente y me acurrucó en su pecho mientras observábamos el sol esconderse tras el horizonte. Nos quedamos allí solos y unidos en un abrazo eterno. No quería perder lo que más amaba en mi vida por culpa de la distancia. Ese era mi miedo, pero no se lo decía. Mencionar la palabra distancia sólo hacía que me estremeciera más y opté por pensar que él siempre me esperaría, ya hubiera cientos de kilómetros en nuestro camino o no; ya hubiera tormenta, lluvia o cualquier cosa que pudiera complicar que lo tuviera en mis brazos.

Nada me importaba más que él.
 
Sandra Pérez Navarro