Procesión de muertos o ánimas en pena que por la noche (a partir de las doce) recorren errantes los caminos de una parroquia.
El Sol se recostaba
entre las finas ramas
de un prado gallego,
verde en el día
y, en la noche, negro.
Aquel cazador soltó
su codiciada presa,
que se perdió
entre la niebla espesa.
Asomaba tímido su cabeza
entre la dura maleza
de los robles.
Vio antorchas, en manos
de campesinos y nobles.
Disparó de aquel arma
una bala imparable,
que aquellos cuerpos atravesó
y su locura,
se desbocó, indomable.
Su fiel amigo perro
observó todo aquello y ladró,
mas para nada fue,
pues aquel cuerpo inerte,
entre la niebla, desapareció.
Manuel Lamprea Ramírez