De un relato inédito
El reloj de la
habitación de Meline marcaban las seis y media cuando se despertó.
El sueño logró vencerla mientras examinaba con más detenimiento
aquella caja de cristal que había encontrado en la catedral esa
misma mañana. No se atrevía a abrirla, es más, ni se atrevía a
tenerla entre sus manos.
-¡Elina!
–exclamó frotándose los ojos- Tendría que haberla llamado –dijo
mientras buscaba entre los papeles de su escritorio el teléfono-.
¡Aquí está!
Marcó el
número. Uno, dos, tres, cuatro, y al quinto pitido el contestador
saltó. Intentó llamarla de nuevo, pero el contestador volvió a
saltar. La chica suspiró agobiada. Se disponía a marcar por tercera
vez su número cuando Blake, su hermano de trece años, la llamó
desde abajo. Meline bajó aún con el teléfono en la mano y se
dirigió a la cocina. Abrió el frigorífico, tal y como había hecho
antes de dormirse, buscando algo de lo que comer, con la esperanza de
que hubiese aparecido algo mágicamente.
-Ayúdame a
poner la mesa, floja –Blake arrojó un cojín a Meline, mientras
ésta buscaba atentamente algo que bien sabía que no había-. El
abuelo ha ido a casa de la vecina un momento, y Adams hoy volverá
tarde de trabajar, así que no tardaremos en cenar.
-¿Que te ayude?
–se recostó en el marco de la puerta para mirar a su hermano,
tumbado en un sillón-. Oh, sí –cerró el frigorífico con un
golpe sordo-. Ya veo y siento la necesidad de mi ayuda en tu costoso
y agotador trabajo, hermano.
Blake la miró
enarcando una ceja. Se encogió de hombros y siguió cambiando de
canales sin echar realmente cuenta a lo que veía.
- Levántate y ayuda -Meline sonó alarmantemente calmada... lo que asustó a su hermano.
Mari Carmen Armenteros García
A ver si un día e animas a ponernos un relato entero. ¡Nos dejas siempre intrigados! Besos.
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