jueves, 13 de diciembre de 2012

DULCE ETERNIDAD


(De una novela inédita)

De una forma natural y elegante, Nathalie mecía su larga melena al compás de un repetido taconeo producido por unos negros tacones. Alargó la mano hasta la bandeja que un camarero llevaba en sus manos para coger un pequeño trozo de queso que mordió con cuidado de no dejar marcados sus labios en él... Sabía lo que hacía, pero los nervios comenzaban a devorarla por dentro. Terminó de bajar las escaleras del edificio y arrojó la máscara que llevaba en sus manos al césped para, en su lugar, tomar el cuchillo que llevaba en la parte trasera de su vestido; lo fue alzando lentamente a la vez que se acercaba a un chico de espaldas a ella, y, cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo clavó entre sus costillas. Nathalie sonrió y paseó los dedos por los hombros del joven.

-Rondas el tercer siglo y sigues siendo tan inocente como el primero –agarró el mango del cuchillo para clavarlo aún más.
-¿Se... puede saber... qué quieres, de mi, Nathalie? –dijo el chico incorporándose y haciendo el amago de sacar aquel cuchillo.
-Tú lo sabes. Por cierto, duele, ¿verdad? –rió- Estás débil, Gabriel.
 -Serás...-le interrumpió.
 -¿Inteligente? Sí. Cosa que tú no. Vamos.
Nathalie agarró a Gabriel por la corbata y lo arrastró fuera de la fiesta; fuera del condado. Caminaron por la carretera en silencio hasta llegar al cementerio, donde Nathalie arrancó el candado rápidamente al ver que la cancela estaba cerrada, y siguió con su elegante paso hasta llegar a un foso a medio cavar, donde podían verse trozos de rocas y papeles entre la tierra. Gabriel se cruzó de brazos.
 -¿Por qué?
 - Digamos que... lo necesito. No soy feliz.
 -¿En serio? -dijo acercándose lentamente a la chica- Pues no pareces estarlo cuando quitas el alma a decenas de personas.
 -Un pasatiempo, -agarró la corbata del joven para acercarlo aún más a ella- sabes que te odio de igual forma que tú a mi, así que acabemos cuanto antes- susurró. 

Gabriel, de un empujón, alejó a la chica de él. Nathalie se tambaleó sin llegar a caer, cruzó los brazos y observó de arriba abajo al joven.

María del Carmen Armenteros García

2 comentarios:

  1. Genial, Maricarmen. Cada vez que apareces por aquí nos dejas con ganas de más. Enhorabuena y muchos ánimos.

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  2. Esta me encanta, la quiero entera y firmada. No dejes de escribir.
    Felicidades.

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