(De la novela inédita Memorias de verano de Emily Lynn)
[...] El cielo aquella tarde había tomado un color naranja grisáceo. Era como
si a un magnífico cuadro le colocas una hoja de papel, o como si a la luna la
ocultase siempre la oscuridad del espacio; algo hermoso, oculto tras algo común. Eso describía el cielo aquel día. Los colores se fundían con otros colores más
intensos y éstos, a la vez, con otros... Dífícil es percatarse de ello cuando
nubes oscuras se colocan en medio. Pero esa tarde tenía otros planes; no
pretendía pasarme la tarde tirada en el césped de la casa de Harry preguntándome qué se sentiría al
atravesar una nube, ni describiéndole cómo era el cielo; aquella tarde quería
saber algo más acerca de aquel diario... examinar cada palabra, buscarle un
sentido a todos aquellos dibujos, y sobre todo, quitarle la victoria fácil a mi
mejor amiga. Pero para ello, tenía que relajarme, abrir la mente y sobre todo
pensar a lo grande. Así que me dirigí a un pequeño parque solitario a medio kilómetro
de mi casa, al que siempre iba de chica cuando me peleaba con mi hermana mayor,
para consolarme y darme fuerzas a la hora de aguantar la típica riña de mi
madre, para hacer deberes con Tess, para relajarme antes de alguna exhibición
de baile a las que iba de pequeña... En fin. Aquel sitio era el aboserbemalospensamientosyrepartidordefelicidad.
Así lo llamaba mi vecino. Siempre me gustó ese nombre. Me hacía sonreír...
y aún lo sigue haciendo.
Mis pies se movían casi inconscientemente, al compás que las últimas
gotas de la parte superior de la fuente marcaba al caer sobre el charco que
comenzaba a formarse. Y mis dedos dibujaban
la forma que las letras habían tomado sobre la portada.
-Memorias de verano de Emily Lynn...-susurré.
Mari Carmen Armenteros García
Genial, Maricarmen. Nos tienes a todos enganchadísimos. ¿Para cuándo la novela entera? UN besazo y enhorabuena.
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