¿Cómo sé si te voy a encontrar?
No hay señales que lo indiquen, ni latidos que lo marquen.
Amor que vaga libre por el espacio, sin dueño ni persona,
poseído por el olvido.
¿Por qué no apareces, victorioso, triunfante y noble?
¿Cuánto tiempo ha de pasar? No puedo soportar ver el sol
amanecer caluroso como cada mañana, y yo frío como la escarcha invernal.
Mi corazón iracundo pretende encontrarte, ya no tiene
brillo, inútiles preces al amor, que me suscita amar, aunque no estés en mis
latidos. No me sirven lauros ni hazañas.
Mi cruel corazón me entorpece el querer; ya no sirve la
generosidad, sólo sirve el llorar amargamente en un rincón de la calle umbría,
pero él sigue cauteloso.
Añoranza de un amor libre, que no aparece por los caminos
sembrados de rosas rojas celestiales.
¿Cómo sé si voy a encontrarte?
Este molesto llanto que retumba en mi corazón y lo derrumba,
lo ve y no lo tiene, lo sabe pero lo ignora.
Engalanar mi corazón despedazado, que no te encuentra aunque
te busque, que te inspira aunque te escriba.
Brotar de mis lágrimas que empañan mis ojos y no te ven.
No oye tu sonrisa, no siente tu limpia caricia, pero sí
siente tu amor.
Vuelve el fulgor a mi corazón inútil, vuelve tu beldad
volando y cabalgando a mis ojos empañados, fuente de inspiración y de luz
intensa.
Mi corazón ya no está barrenado, está dispuesto porque te ha
encontrado, porque te ha sonreído, ya no quedan secuelas de la crueldad del
amor, ya no hay mofas incesantes, ya no hay laberintos imposibles de los que escapar.
Ya hay amor.
Manuel Lamprea Ramírez
Nuevamente nos sorprendes con un poema de los tuyos, rebosante de calidad. Enhorabuena por él... y por el amor recién encontrado. Un abrazo, artista.
ResponderEliminarFelicitaciones ...cada día me sorprendes más con la madurez y calidad de tus creaciones ,tienes un futuro brillante . cariños desde Almeria .
ResponderEliminarPerfecto Manu , perfecto .
ResponderEliminarCada vez escribes mejor : )
Sigue así
Patrii :)
Soberbio y excepcional poema, Manu.
ResponderEliminarLa lucha de un corazón preadolescente por no abrirse al amor y de cómo al final sucumbe ante éste, contada de esta manera por un joven de 13 años (perdón, 14…ya), no terminará nunca de sorprenderme.
Hijo mío: Te me estás haciendo mayor, snif, snif...
Grande, grande, Manuel.