Dedicado a mi hermano Gonzalo
¡Qué susto le dio a mi gente
el día de los inocentes!
Esperábamos una carita angelical
y salió con la carita “to arañá”.
-¡El “cam”, el “cam”!, decía el llorón.
-¿Qué es lo que quieres?
¡Ah, claro! ¡Jugar con el camión!
Aún me acuerdo
cuando quería ser un barco
y al final lo encontramos
tumbado en un charco.
Ahora, de mayor,
hay algo que me irrita,
y es que no habla,
sino que grita.
-¡Niño!, ¿y tú qué deporte haces?
El fútbol, no; en la sangre lleva el basket.
Y aunque me ponga malo,
lo quiero tanto
-o más- que a un hermano.
Manuel Lamprea Ramírez
Desternillante, Manu. Genial también cuando sacas a paseo tu sentido del humor. Mandadme más cosillas que andamos cortossssssss. Un abrazo.
ResponderEliminarSon increibles,no paran ni en verano, solo Felicidades. Rafael tienes que sentirte muy orgulloso de los alunmos que tienes y de lo que as conseguido con ellos. Felicidades.besos
ResponderEliminarVaya forma de presentarnos a un hermano menor, Manuel. Como me parece que no voy a ser objetivo...
ResponderEliminarUna cosa sólo; me ha contado un pajarito que el día de los charcos, el barro también le llegó al autor de este poema, hasta los sitios más recónditos de su anatomía. (eso no lo cuentas, ¿eh?)
Cuscurru grande, Manu.
De lo que se entera uno, poeta... ;)
ResponderEliminarMuy buena conbinación de palabras y a tu hermano le habrá encantado.
ResponderEliminarJuan Ortega