El miedo asusta, pero no intimida.
Lo vemos como algo inalcanzable,
algo
que no podemos superar,
que nos dice que no podemos controlarlo.
Pero llega un momento
en el que tu alma
se hace a él,
se acostumbra,
y lo ve.
Lo ve,
y siente ira y, a la vez,
vergüenza.
Vergüenza de ti mismo.
De tus palpitantes latidos
infantiles,
de tu corazón desenfrenado y pensamientos inmaduros.
Pero lo asume, y lo enfrentas.
Y cómo algunos aliados,
firmes,
fuertes y sinceros, como la música,
te hacen sentir libre de
oscuridad.
Música para la esperanza
y, a veces,
el mismo miedo te supera.
Y el miedo no te puede parar,
no te
puede privar de algo que amas,
de algo que te embelesa
y algo que
sientes,
en lo más profundo de ti.
Tantas horas,
minutos,
segundos
encerrados en mi memoria,
presos del miedo,
sin libertad…
ahora son
libres y ansiosos de venganza.
Y se ríen, de su propio miedo.
Del que todo el mundo habla,
pero del
que no se atreven a desvelar.
Manuel Lamprea Ramírez
¿Y quién está libre de miedos? Enhorabuena, Manuel, por seguir librándote de ellos y continuar buscándote a ti mismo en ese apasionante mundo de los versos. Ánimo, hijo.
ResponderEliminar¡Qué bien escrito, hijo! Pero una sola cosa te digo: el miedo no desaparece, el miedo se transforma y te acompaña durante todas las etapas de la vida. Yo, y a pesar de mi edad, tengo miedo, y tú lo sabes muy bien así que por favor y como uno y tantos padres... tened mucho cuidado.
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