(De una novela inédita)
De una
forma natural y elegante, Nathalie mecía su larga melena al compás
de un repetido taconeo producido por unos negros tacones. Alargó la
mano hasta la bandeja que un camarero llevaba en sus manos para
coger un pequeño trozo de queso que mordió con cuidado de no dejar
marcados sus labios en él... Sabía lo que hacía, pero los nervios
comenzaban a devorarla por dentro. Terminó de bajar las escaleras
del edificio y arrojó la máscara que llevaba en sus manos al
césped para, en su lugar, tomar el cuchillo que llevaba en la parte
trasera de su vestido; lo fue alzando lentamente a la vez que se
acercaba a un chico de espaldas a ella, y, cuando estuvo lo
suficientemente cerca, lo clavó entre sus costillas. Nathalie
sonrió y paseó los dedos por los hombros del joven.
-Rondas
el tercer siglo y sigues siendo tan inocente como el primero –agarró
el mango del cuchillo para clavarlo aún más.
-¿Se...
puede saber... qué quieres, de mi, Nathalie? –dijo el chico
incorporándose y haciendo el amago de sacar aquel cuchillo.
-Tú
lo sabes. Por cierto, duele, ¿verdad? –rió- Estás débil,
Gabriel.
-Serás...-le
interrumpió.
-¿Inteligente?
Sí. Cosa que tú no. Vamos.
Nathalie
agarró a Gabriel por la corbata y lo arrastró fuera de la
fiesta; fuera del condado. Caminaron por la carretera en silencio
hasta llegar al cementerio, donde Nathalie arrancó el candado
rápidamente al ver que la cancela estaba cerrada, y siguió con
su elegante paso hasta llegar a un foso a medio cavar, donde podían
verse trozos de rocas y papeles entre la tierra. Gabriel se cruzó de
brazos.
-¿Por
qué?
-
Digamos que... lo necesito. No soy feliz.
-¿En serio?
-dijo acercándose lentamente a la chica- Pues no pareces estarlo
cuando quitas el alma a decenas de personas.
-Un
pasatiempo, -agarró la corbata del joven para acercarlo aún
más a ella- sabes que te odio de igual forma que tú a mi, así que
acabemos cuanto antes- susurró.
Gabriel, de un empujón, alejó a la chica de él. Nathalie se tambaleó sin llegar a caer, cruzó los brazos y observó de arriba abajo al joven.
Gabriel, de un empujón, alejó a la chica de él. Nathalie se tambaleó sin llegar a caer, cruzó los brazos y observó de arriba abajo al joven.
María del Carmen Armenteros García
Genial, Maricarmen. Cada vez que apareces por aquí nos dejas con ganas de más. Enhorabuena y muchos ánimos.
ResponderEliminarEsta me encanta, la quiero entera y firmada. No dejes de escribir.
ResponderEliminarFelicidades.