Y ahora el que faltaba...
EL PAÍS DE LA POESÍA
Somos unos pocos alumnos de segundo de la ESO que queremos embarcarnos en una aventura: colgar en esta pared nuestros poemas, nuestros relatos, nuestras canciones, nuestros comentarios, nuestras paranoias, nuestras comeduras de tarro... Por lo pronto, te advertimos que no vamos cobrarte entrada ni nos reservamos el derecho de admisión. Haznos llegar tus inquietudes y enróllate. Aunque es nuestra locura, queremos compartirla con todos vosotros.
viernes, 12 de diciembre de 2014
viernes, 5 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
lunes, 1 de diciembre de 2014
ENTREVISTA A IRIS RUIZ EN RADIO IES ITÁLICA
Nuestros poetas comienzan a ser conocidos.
Escucha la entrevista de una de ellas
martes, 25 de noviembre de 2014
SEVILLA SE ENAMORÓ
Sevilla se enamoró de Cádiz,
de la Caleta,
del Falla.
Sevilla se enamoró de su habla,
de su cariño,
y de sus plácidas palabras.
Sevilla habló con Jerez,
y de Él quedó prendado.
Era un amor fiel y deseado.
Sevilla no se podía olvidar de Jerez,
ni de su famosa catedral.
Sevilla se perdió en el Alcázar,
y jugó al escondite de visitar todos sus
monumentos.
No podía olvidar...
Su amor por Jerez
le había hecho olvidar todo lo visto en Cádiz.
Quizás el caballo en su feria sería apropiado,
pero Ella sólo quería
volver a estar a su lado.
Decidió visitar a Triana,
su hermana,
Quien la llevo a su puente.
-¡Barquero!- le decía -
déjame su barquita
para navegar el
Guadalquivir....
-Pero chiquilla, ¿dónde quieres ir?
-Necesito ir a ver a Jerez,
Él es mi amado,
¡Guadalquivir!,
¡Guadalquivir! Déjame ir,
llama a tu amigo
Guadalete,
y que hasta allí me acerque.
-Eso no es posible-le decía el
barquero,-
hasta allí no es navegable.
-Lo siento señor barquero,
pero nada me quita el miedo.
Que sea
la última vez,
pero llévame.
-Esta bien, pero que sea la última vez.
Sevilla llegó a Jerez.
Su amado
tampoco le había olvidado.
El tiempo había pasado
y Ella tenía que volver.
Él no quería que lo hiciera.
-¡Quedate aquí conmigo
la vida entera!-le
decía.
Me tengo que ir, Jerez,
pero con mucho gusto me quedaría.
Ella volvió,
y Él quedó allí apenado,
sabiendo que había muchas millas
por las que eran separados.
No se volvieron a ver.
Ellos siguen enamorados.
Se comunican a través del sol
escondido tras
las nubes.
Es un amor prohibido y escondido,
pero cada día
pero cada día
siguen extrañando
todo lo
vivido.
Iris Ruiz Valero
viernes, 31 de octubre de 2014
GRIETAS Y ENREDADERAS
Y cada grieta de ese árbol
es una historia en un corazón,
tan profunda que ni el tiempo
las elimina,
porque hay historias que se
olvidan
y otras son para siempre.
Quiero que formes parte de esa
grieta
que nunca se olvida.
Quiero que seas para siempre.
¿Ves esa enredadera?
No se separa de ese árbol;
no sé cuántos años llevará ahí,
pero nunca están solos.
Pues así de pegada
me gustaría
estar a ti.
No me hace falta nada.
Sólo me haces falta tú,
porque, como ya digo,
me gustaría que fueras ese
árbol
y yo esa enredadera
para pasar contigo
mi vida
entera.
Iris Ruiz Valero
miércoles, 29 de octubre de 2014
CARTA DE UN CORAZÓN
Si lees esto, quiero decirte que
te quiero. Que gracias por todas esas largas conversaciones que acababan con el
sueño de uno de los dos y comenzaban con un "¡Buenos días!" Que estoy deseando de
verte y de poder abrazarte. Y que me da igual lo que impida que estés a mi lado,
porque, aunque no lo estés, estás mas cerca de lo que crees: estás en mi
corazón.
Quiero decirte que entraste en mi vida por casualidad y ahora eres la
casualidad más bonita que me ha podido pasar. No sé cuánto durará esto de
quererte a ocultas, de sonreír cuando pienso en ti o de llorar por miedo a
perderte. Sólo sé que me has enamorado y que tardarás mucho en salir de mi mente,... pero más de mi corazón.
Quiero a gritarle al mundo que eres una persona
perfecta y que te quiero, aunque, según tú, tengas defectos. Defectos que me
encantan, ya que una vez que te he conocido a ti no quiero conocer a nadie más. Porque para mí eres todo lo que necesito.
Y ese chico eres tú.. Escaparme
contigo y perdernos en medio de la nada...
No sé cómo decírtelo pero... ¡TE QUIERO!
Iris Ruiz Valero
lunes, 27 de octubre de 2014
MI ÁNGEL LEJANO
Daba vueltas en mi
cama sin parar. Si me ponía de lado, las lágrimas me mojaban la almohada y, si me
ponía mirando al techo, mis ojos se inundarían en lágrimas. Opté por mojar la
almohada y hundí mi cara en ella dejando soltar un alarido y haciendo que mis
labios temblaran. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? La vida me ha dado mi ángel,
pero se confundió de lugar. Al final miro el techo y mis ojos brillantes piden
a las estrellas que no sean injustas conmigo.
Si cerraba los ojos lo vería a
él; si dormía soñaría con él, y si me quedaba despierta, no conseguiría dejar
de pensar en él. Mi corazón es pequeño, pero es increíble cómo una persona que
está tan lejos de mí, que nunca he sentido a mi lado, haya logrado hacer que no
quepa en mi pecho. Lo amaba de verdad y estaba tan segura de que era el amor
de mi vida y mi alma gemela como que la tierra era redonda.
Sentirlo una vez.
Sólo necesitaba tocarlo y saber que era real, que no era un sueño que
desaparecería en el mejor momento. Necesitaba enlazar mis dedos con los suyos.
Oler su olor, sentir su respiración en mi garganta, sus manos en mi cuello, sus
labios en los míos, mi pecho contra el suyo, sus brazos protectores rodeándome,
sus ojos buscando los míos y su hilo de voz en mis oídos. Lo necesitaba más que
el oxígeno en mi cuerpo.
Sus
"te amo" me llenaban, pero no lo suficiente para el resto del el día. Sé que
algún día estará conmigo, que despertaré con mi cabeza hundida en su pecho como
ahora la hundía en la almohada. Pero sólo necesitaba que supiera esperarme...
Yo
estaba dispuesta a esperarlo toda mi vida, pero... ¿me esperaría él toda la suya?
Sandra Pérez Navarro
viernes, 24 de octubre de 2014
QUÉDATE CONMIGO
Sonaron las ocho de la
mañana y las clases estaban a punto de comenzar. Era un día nublado, el cielo
estaba gris y caían gotas de agua salteadas que iban dejando marcas en el
asfalto. Mis pies corrían sobre los charcos de la tormenta de anoche y mis
pantalones se mojaban cada vez más. La humedad despeinó mi pelo y me pasé las
manos por encima, tratando de dejarlo como antes para no entrar a clase hecha un
desperfecto.
Me senté en mi
pupitre y cinco segundos después entró mi mejor amigo. Estaba serio. Sus
ojos parecían rotos y, decepcionado, pasó por mi lado. Lo saludé con un buenos
días, pero únicamente contestó con un hola y se sentó solo en un pupitre de detrás.
Me di la vuelta y
lo miré a los ojos, que estaban rojos y llenos de ojeras por no haber dormido.
-Estuviste
llorando...- le dije casi en un murmullo.
Me miró sin contestar
a los ojos y con eso me hizo saber que estaba en lo cierto. Me volví hacia
adelante y puse mi mano en mi frente, intentando recordar nuestra conversación
de anoche.
A la salida se fue
sin decir nada durante todo el día y me decidí por hablarle yo.
-Lo siento...- le
dije.
-Da igual...- me
contestó mientras negaba con la cabeza, agachándola.
-No, no da igual. No mereces el daño que te estoy haciendo.
Entre nosotros hubo un silencio y
levantó la cabeza para mirarme.
-Ya lo has hecho. Ya no hay vuelta atrás.- dijo él, dándose la vuelta para irse.
-Lo siento... Yo no
quería hacerte daño. Es lo primero que nunca se me pasaría por la cabeza...- le
dije con la garganta cerrada, a punto de soltar un grito que mantuve y salió en
forma de lágrima.
-No me creo lo que
me dices, porque ya lo has hecho y es tarde para cambiarlo todo.
-Por favor...- dije
entre sollozos y sin dejar de llorar.
-Me hiciste creer
que me querías. Tú, que siempre fuiste mi mejor amiga y la única chica de la que
he estado tan enamorado... Y me has mentido, esto es algo con lo que no se debe
jugar.- dijo, dejando caer una lagrima también, pero con la cabeza siempre firme.
-Y yo te quiero...
-Mentira...- quiso
mantener su orgullo.
-No te estoy
mintiendo...- cerré los ojos e incliné la cabeza hacía atrás para poder coger
aire.
-No podemos estar
juntos... Te amo más que a mi propia vida, pero no puedo luchar contra el
destino. Te estoy hablando muy en serio...
Miré sus puños, que se cerraron
fuertemente y sus brazos se tensaron, como si quisiera desaparecer con la
mente.
-Si me quisieras de
verdad, todo lo demás te daría igual...- dijo agarrándose el puño de la camiseta y secándose las lágrimas.
-Te quiero, te
quiero, te quiero de verdad, con todo mi corazón... Te quiero... ¿Necesitas que
te lo demuestre?
Se quedó callado, sin saber que decir.
-Yo también te
quiero,... Tanto que me duele...- dijo finalmente.
Lo abracé y apoyé
mi frente contra la suya.
-Quédate conmigo,
por favor...- me pidió en un susurro.
-Vale,
me quedaré contigo. Te lo prometo.
Sonrió por primera vez en todo el día y yo
sonreí al verlo feliz.
Sandra Pérez Navarro
miércoles, 22 de octubre de 2014
TE ESPERARÉ
Paseo por la orilla
y el agua calmada me acaricia los pies.
El viento que viene del horizonte me
movía el pelo como una bandera haciendo que pareciera que volaba. La playa
estaba desierta y sólo se oían las olas al romper. Una voz me llamó. Sabía
perfectamente quien era. Esa voz que cada vez que la oía hacía que mi corazón
se acelerase. Me giré y él me abrazo fuertemente sin que me lo esperara. Sentía
mariposas en mi estómago y noté cómo mis mejillas se sonrojaban. Cerré los ojos
y le devolví el abrazo.
-No quiero
perderte...- me dijo con voz suave.
-Nunca me
perderás...- le contesté y, aunque no lo vi, noté que había sonreído.
Se separó y me miró
a los ojos, haciendo que sus ojos marrones parecieran que quisieran decirme
algo.
-¿Quién te lo ha
dicho?- le pregunté.
-Lo supuse cuando
me dijiste que me extrañarías.
-Escucha...- me
detuvo con un beso antes de que pudiera decir nada.
Me aferré a su
pecho y lo atraje más a mí, sin separar mis labios de los suyos. Él me levantaba
la cabeza con su dedo pulgar delante de mis orejas y el resto despeinándome y
haciendo que me quedara de puntillas para llegar a él. El tiempo se detuvo y
sólo deseaba quedarme así para siempre...
-No te vayas...- me
dijo apoyando su frente contra la mía.
-Volveré, te lo
prometo. Ahora prométeme tú que me esperaras...
-Toda
mi vida si hace falta.- contestó con seguridad.
Volvió a besarme suavemente y
me acurrucó en su pecho mientras observábamos el sol esconderse tras el
horizonte. Nos quedamos allí solos y unidos en un abrazo eterno. No quería perder lo que más amaba en mi vida por culpa de la distancia. Ese era mi miedo, pero
no se lo decía. Mencionar la palabra distancia sólo hacía que me estremeciera más
y opté por pensar que él siempre me esperaría, ya hubiera cientos de kilómetros
en nuestro camino o no; ya hubiera tormenta, lluvia o cualquier cosa que pudiera
complicar que lo tuviera en mis brazos.
Nada me importaba más que él.
Nada me importaba más que él.
Sandra Pérez Navarro
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